sábado, 18 de agosto de 2012

Marte y Venus


Entró esos radiantes rayos por la ventana corrediza de la habitación alumbrando como Cristo en el Sinai pero yo, no cogía una piedra. Mis brazos pasaban sobre ella. Ella a la que llamaré María. Contemplando su sedosa piel, ya sin adrenalina para continuar;  despertó, me miró y se miró, entonces recordé Génesis y el inicio de Eva. Sí, unas horas antes fui potro salvaje sin reproche y ahora era un desconocido. Eso a lo que ella llama pudor.
No pronuncié palabra y mire a la perfección echa persona, echa una mujer. Recordé entonces cuando conocí el infinito. Navegué, acaricie la estrella y sus dos cometas. Bese el infinito y no supe que besaba. Ella se aproximo al sol, tal fue el acercamiento que empezó a sudar. Ahí entendí entonces que era de Venus y yo de Marte. Mi mundo es cálido y fogoso mientras el suyo pasividad.
Mi exploración perduró por meses de los cuales su pudor poco quedaba. Entonces supe que nuestros mundos estaban alejados y no pertenecíamos entre sí. Más bien entendí que María era del firmamento, era del universo. Era de nadie y de todos a la vez. Fue entonces que Marte se alejó y busco su lápiz a la rapidez.

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