miércoles, 15 de agosto de 2012

Episodios

Mi miraba penetraba sus ojos y pude ver su alma. Fue una lanza que impregno en su ser, en su yo. Pude ver su pasado, pude ver la sombra que oculta bajo esa sonrisa gris donde no hay carcajada, solo sonrisa porque risa era mucho pedir. Sus ojos tenebrosos y temblorosos miraban el infinito alternando con el mar. Era fácil cruzarse con el rey de las tinieblas que cruzarse con mi mirada. Y es que su dañado corazón no conocía de alegría, de sinceridad, de fe. Con aquella mirada pude echar fuera sus demonios. Entonces sus brazos apoyaron sobre mis hombros y su rostro por izquierda. Fue momento de desconsuelo donde el llanto reinaba aquel instante y la calma navego al inframundo. No importo sus incesantes gemidos de dolor ni sus imparables chorros que bailaban por sus narices, humedeciendo así mis hombros. Solo quería un abrazo, un abrazo sincero, esos que escuchaba y nunca sentía. Yo, dispuesto a dárselo, así lo hice. Sin entenderlo al instante me soltó. Se alejo. Y es que pensó que era un fornicario más, un codicioso mas de tan bella silueta y sobresalientes dotes.
Confundido por un momento encontré la causa y continué con la mirada hacia su pasado y ella, esta vez miraba, hacia su futuro.
Regresó la serenidad hacia ella, a la que llamare Sofía.
 Me invitó un café en Starbucks de la av. Bolívar. El encuentro en el establecimiento fue no más de 1 hora. Pensando así que terminaría nuestra conversación, pero Sofía tenía algo mas planeado para mí. Salimos y parados frente al parque intente despedirme con un ósculo en su mejilla derecha la cual lo evitó y me dijo: “Te invito a mi casa, estamos cerca”. Era cierto, estábamos a 10 minutos en su auto.

Al instante remato con una pregunta: ¿tienes miedo?, estaba seguro que fue el arma letal para evitar un no. Y dije: “Esta bien”.
Introdujo la llave, giro una y dos veces en señal de seguridad. Pregunte si no había nadie y me respondió con total naturalidad; Vivo sola.
Piso parquet, mueble de cuero, mesita en el centro de la sala para colocar cualquier vaso o copa. Esta ultima porque tenia un mini bar aunque me confeso no lo utilizaba a menudo. No dude en sus palabras.
Deseas algo de tomar, me dijo. “Un poco de café”. Escucho la respuesta y al instante voltio y me dijo: ¿Mas?, pensé que pedirías un vodka o un whisky, es lo que tengo. Un vodka, dije. Regreso entonces con dos copas y no supe mas que hacer. No había quedado nada de ese episodio triste. Entonces desconocí la escena. Escuche a lo lejos decir: Johan, Johan. Abrí los ojos, era mi hermano que me despertaba.


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